Mi último suspiro – Luis Buñuel

El fantasma de la libertad
Luis Buñuel

(Capítulo del libro “Mi último suspiro” de Luis Buñuel)

Este nuevo título, ya presente en una frase de La Vía láctea («vuestra libertad no es más que un fantasma»), quería representar un discreto homenaje a Karl Marx, a ese «espectro que recorre Europa y que se llama comunismo», al principio del Manifiesto. La libertad, que en la primera escena de la película es una libertad política y social (esta escena se halla inspirada en sucesos verdaderos, el pueblo español gritaba realmente «vivan las cadenas» al regreso de los Borbones por odio a las ideas liberales introducidas por Napoleón), esta libertad adquiría muy pronto otro sentido muy distinto, la libertad del artista y del creador, tan ilusoria como la otra.

La película, muy ambiciosa, difícil de escribir y de realizar, me pareció un poco frustrante. Inevitablemente, ciertos episodios predominaban sobre otros. Pero, de todos modos, sigue siendo una de las películas mías que prefiero. Encuentro interesante el argumento, me gusta la escena de amor entre la tía y el sobrino en la habitación de la posada, me gusta también la búsqueda de la niña perdida y, sin embargo, presente (idea en la que con la soñaba desde hacía tiempo), los dos prefectos de Policía con la visita al cementerio, lejano recuerdo de la Sacramental de San Martín, y al final en el parque zoológico, esa insistente mirada del avestruz, que parece tener pestañas postizas.

Pensando ahora en ello, me parece que La Vía láctea, El discreto encanto de la burguesía y El fantasma de la libertad, que nacieron de tres guiones originales, forman una especie de trilogía, o mejor, de tríptico, como en la Edad Media. Los mismos temas, a veces incluso, las mismas frases, se encuentran presentes en las tres películas. Hablan de la búsqueda de la verdad, que es preciso huir en cuanto cree uno haberla encontrado, del implacable ritual social.
Hablan de la búsqueda indispensable, de la moral personal, del misterio que es necesario respetar.

Para la pequeña historia, indicaré que los cuatro españoles que fusilan a los franceses al principio de la película son José Luis Barros (el más corpulento), Serge Silberman (con una venda en la frente), José Benjamín, de sacerdote, y yo mismo, disimulado bajo la barba y la capucha de un monje.

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